Por la noche, bajo el cielo estrellado como un sinfín negro con bombillas sueltas, escucho como las olas rompen contra el casco del barco. Delante, el timón, el flotador amarrado a la barandilla , la bandera de España hondeando en el aire húmedo de La Manga y la luz roja en lo alto de la torre del Estacio. Encima, el toldo,la botavara, un obenque y la luz en el ultimo punto del erguido mástil que se funde en el cielo con las estrellas. Entre los dedos de mi pie corre un cabo seco y áspero castigado por el sol, mi otro pie juega con el timón y la teca del suelo, entre mis manos mi movil da la única luz existente a parte de las estrellas, al otro lado de la pantalla, mi novia me cuenta su día y escucha el mío. De fondo suena el chirrido de la cadena del ancla como los grillos de la mar. A mi derecha la luna, inmensa, naranja, baja, por una vez no se molesta en ocultar su amor por su amado sol y se sonroja bajando lo máximo posible para estar así lo más cerca posible de él durante un par de horas sin importarle por una vez que le vean los demás hasta que poco a poco se vuelve pálida y va ascendiendo para que sus llantos en forma de luz iluminen y protejan todo lo que en este momento su querido sol no puede proteger.
Cierro los ojos pero la noche sigue y las estrellas se desatan llevando a cabo su vida normal hasta que el sol las vuelva a ocultar.